18 diciembre 2015

Star Wars. El despertar de la Fuerza: pros y contras del nuevo comienzo

La película más esperada de la historia (sin exagerar) por fin ha llegado a la gran pantalla, rompiendo todos los récords imaginables. Se trata, por supuesto, de Star Wars. El despertar de la Fuerza (Star Wars. Episode VII: The Force Awakens, 2015), el Episodio VII de la saga cinematográfica por excelencia, el primer largometraje producido por Disney y, sobre todo, el primero sin la mano creativa de George Lucas [más al respecto en 'Universo Star Wars en expansión']. El relevo lo ha tomado el popular J. J. Abrams, fan incondicional de la franquicia y creador de la exitosa serie Perdidos (2004-2010), quien ya revitalizó la otra saga galáctica por excelencia: Star Trek (donde también lo acompañó el director de fotografía Daniel Mindel). Altas eran las expectativas y mayores las presiones, capaces de acabar con la carrera del realizador de Misión Imposible III (2006) y Super 8 (2011), pero también de impulsarla al infinito. Y, pese a las innegables pegas, todo indica a la segunda opción.

La joven Daisy Ridley encarna a la primera mujer
protagonista de la saga galáctica: Rey
Ya lo auguraban los tráileres y demás avances: El despertar de la Fuerza marca el regreso a la galaxia muy, muy lejana de 1977 y no a la del 2001, lo que supone más decorados y menos digitalización, conformándose así un universo de corte fantástico y futurista pero también naturalista y tangible. De este modo, los nuevos planetas parecen verdaderamente habitables, resultando sus criaturas curiosamente humanas por nacer de la buena conjugación de vestuario y maquillaje y no meramente de la tecnología digital. Sin embargo, este tratamiento “rústico” de la galaxia también ha puesto de manifiesto una de las principales virtudes de las infravaloradas precuelas: la expansión del rico universo de Star Wars con territorios, seres y equipos verdaderamente sorprendentes. Por desgracia, no es así en el Episodio VII, donde todas las localizaciones recuerdan a otras ya vistas, empleadas además con similares propósitos: Tatooine/Jakku como árida cuna de la esperanza (con sendas cantinas plagadas de curiosos seres), Yavin/Takodana como verde lugar de resolución y, claro está, la Estrella de la Muerte/Base Starkiller como terror personificado.

Una de las primeras imágenes del rodaje de
Star Wars: el despertar de la Fuerza
Pero la falta de riesgo e inventiva no se limita al plano visual: el guion de Michael Arndt —oscarizado por Pequeña Miss Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2007) y afianzado en el terreno de ciencia-ficción por Los juegos del hambre: en llamas (Francis Lawrence, 2013)—  Lawrence Kasdan —autor del genial libreto de El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980) y director de la fascinante Fuego en el cuerpo (1981)— y el propio J.J. Abrams, aunque efectivo, es un auténtico refrito de la película original, cruzando el límite del guiño para aterrizar directamente en el plagio: prácticamente cada paso de los nuevos héroes tiene su espejo en Una nueva esperanza (1977), a destacar la huida del droide con planos secretos, la búsqueda de ayuda en la cantina con rencillas de por medio y el rescate de la heroína gracias al engaño, a lo que se suma, claro está el enfrentamiento filo-paternal con caída al vacío de El imperio contraataca. Una sincronía preocupantemente indignante.

El cartel de El despertar de la Fuerza
combina viejos y nuevos talentos
Las similitudes narrativas y visuales entre El despertar de la Fuerza y La guerra de las galaxias son muestra del miedo de J. J. Abrams a decepcionar a los fans, lo que le ha llevado a arriesgar muy poco, pareciendo confeccionar la película en base a los meros deseos del público. Hasta John Williams antepone la nostalgia a la innovación, si bien sus viejas —y ya míticas— partituras sólo aparecen cuando realmente se las necesita. La sorpresa brilla, por tanto, por su ausencia, mas no por ello deja el film de funcionar, resultando mucho más satisfactorio que las precuelas gracias a la calidad de unos diálogos deleitablemente frescos que, a diferencia de los de aquellas, nunca caen en el ridículo. Además, las escenas de acción (que, como sucede con Una nueva esperanza, ocupan la mayoría del metraje) están excelentemente coreografiadas, manteniendo la atención del espectador en todo momento, algo a lo que ayuda, por supuesto, el rico abanico de personajes, que incluye héroes clásicos y nuevos descubrimientos evitando abusar de unos u otros.

La relación entre Leia Organa y Han Solo vive una
emotiva nueva etapa en El despertar de la Fuerza
Indudablemente, el regreso de Han Solo, Leia Organa, Luke Skywalker, Chewbacca, R2-D2, C-3PO, Ackbar —todos ellos incluidos entre los 15 mejores personajes de Star Wars y Nien Nunb supone un gran atractivo para los fans de la trilogía clásica, ávidos por saber qué fue de todos ellos al término de El retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983). De todos ellos, Han Solo es indudablemente el corazón nostálgico de El despertar de la Fuerza gracias al buen hacer de Harrison Ford, quien no ha perdido un ápice de carisma (si bien su fresco aire granuja ya no es lo que era). Lejos de ser un mero toque de nostalgia (lo que sí sucede con el resto de personajes recuperados), Han Solo disfruta de un tratamiento digno de su iconicidad. Peter Mayhew vuelve a encarnar a su compañero Chewbacca, a quien parecen haber sentado muy bien los años, mientras que Carrie Fisher es una princesa Leia completamente exenta de su fuerza original pero aún interesante. El peor parado de los cuatro es, por supuesto, un demacrado Mark Hamill cuyo Luke Skywalker apenas ve la luz a través de sus azulados ojos (quizá en su caso sí haga falta algo de magia digital de cara al siguiente film…). Por su parte, Ackbar y Nien Numb tienen una aparición prácticamente anecdótica pero bienvenida, mientras que la simpática pareja de droides (únicos personajes que han “sobrevivido” a los seis films anteriores) cede su protagonismo a una nueva adquisición: BB-8, el entrañable astromecánico circular convertido inmediatamente en uno de los símbolos de la nueva trilogía. Como ya hizo R2-D2 en su día, BB-8 obtiene una simpática personalidad a través de meros pitidos, ganándose la empatía del espectador al instante (bien por el departamento de sonido, que afortunadamente sigue contando con el mítico Ben Burtt).

El Poe Dameron de Oscar Isaac hereda el rol
del antiguo (y joven) Han Solo de Harrison Ford
Por supuesto, BB-8 no es el único nuevo héroe digno de mención. Si la trilogía clásica contaba con los mencionados Luke, Han y Leia como protagonistas y las precuelas hacían lo propio con Anakin Skywalker, Padmé Amidala y Obi-Wan Kenobi, las nuevas cintas reposan sobre los hombros de tres nuevos héroes: Rey, Finn y Poe Dameron. La novedad radica en que, de haber de elegir un protagonista, la elegida sería ella, como ya auguró el cartel en su día. Como huérfana en cuyo interior aflora la Fuerza, Rey es el personaje perfecto para tomar el relevo de Luke y Anakin. Además, la joven (y desconocida) Daisy Ridley dota al personaje de un gran magnetismo, apoyada por un guion que se niega a convertirla en la clásica princesa en apuros (en principio, Leia y Padmé tampoco lo eran, pero Rey es la primera heroína completamente autosuficiente). Bravo por Disney también por dar el coprotagonismo al anglo-nigeriano John Boyega, no tanto por sus dotes interpretativas (simplemente pasables), como por ofrecer a la comunidad afroamericana por fin un héroe digno, exento de los estereotipos de Lando Calrissian y la incoherencia de Mace Windu. Por cierto, ambos nacieron en 1992 y cuentan 23 primaveras. El trío se completa con el gran Oscar Isaac como el ingenioso piloto Poe Dameron, un personaje absolutamente carismático al que el intérprete guatemalteco-estadounidense de A propósito de Llewyn Davis (Joel y Ethan Coen, 2012) y El año más violento (J. C. Chandor, 2014) ha convertido en el nuevo favorito de un servidor.

La espada de Kylo Ren trata (en vano) de emular el
asombro generado por el sable doble de Darth Maul
Por su parte, Adam Driver (famoso por la serie Girls) encarna al heredero del inigualable Darth Vader, pero su Kylo Ren carece del atractivo de aquel, poco ayudado por las excesivas similitudes entre ambos héroes caídos. Tampoco resulta el seco general de Domhnall Gleeson (compañero de Isaac en la reciente Ex Machina, de Álex Garland) especialmente fascinante, lo que, sumado a la confusión generada por el personaje del Líder Supremo Snoke, deja el Lado Oscuro del film en una mera metáfora del Nazismo que debe ser más desarrollada en el futuro. Este último personaje, sustituto de Palpatine, cobra vida gracias a la captura de movimiento y el buen hacer de Andy Serkis, experto en la tecnología que le dio la fama hace años gracias al Gollum de El señor de los anillos (Peter Jackson, 2001-2003). Quien se estrena al respecto es Lupita Nyong'o, apenas reconocida en los ojos de la criatura Maz Kanata (¿cuán necesario era contar con la oscarizada actriz de 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) para eso?). Ambos son, junto a Chewbacca y los droides, los únicos personajes importantes no humanos de una cinta que, nuevamente, ha preferido apostar por lo seguro. El reparto se completa con el mítico actor sueco Max von Sydow, actor fetiche de Ingmar Bergman que cede su intenso porte a Lor San Tekka en lo que supone un gran comienzo para un film que, pese a los defectos enumerados, emociona por su buena realización. (A modo de curiosidad: Daniel Craig se esconde en el traje de uno de los soldados imperiales.)

Finn, Rey y Poe Dameron son los nuevos héroes
de la prometedora tercera trilogía de Star Wars
Y es que, aun bebiendo en exceso de la cinta clásica, El despertar de la Fuerza es un verdadero triunfo gracias, precisamente, a saber dar al espectador contemporáneo precisamente lo que andaba buscando. O sea, la seriedad que las precuelas, concentradas en expandir el universo a nivel conceptual, descuidaron a nivel narrativo. Pese al previsible guion, la cinta destila fuerza —nunca mejor dicho— por los cuatro costados y resulta una experiencia tan entretenida como trepidante tanto para los seguidores más fieles como para aquellos que descubrirán la saga galáctica gracias a ella. Confiemos, eso sí, en que las próximas producciones sepan conjugar su necesario respeto con una mayor valentía. Los fans estamos de suerte, pues tenemos por delante, al menos, cuatro años de estrenos: la inminente Rogue One (Gareth Edwards, 2016), el Episodio VIII (Ryan Johnson, 2017), el spin-off de Han Solo (Philip Lord y Chris Miller, 2018) y el Episodio IX (Colin Trevorrow, 2019). Parece que esa galaxia muy, muy lejana que tanto nos atrae seguirá expandiéndose más y más. Gracias, J. J. Abrams, por dar tan prometedor pistoletazo de salida.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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1 comentario:

  1. Hay que decir que JJ Abrahams, Lucasfilms y el resto del equipo lo hicieron de forma fantástica. Pienso que aún falta que esta historia tome fuerza pero esta nueva etapa parece muy buena. Por cierto, van a pasar por HBO Star Wars vii. No es nuevo decir que la saga de Star Wars es de lo mejor en la historia del cine, se agradece que las personas involucradas hicieran posible una nueva entrega después de tantos años espera. Que tengan buen día y que la fuerza los acompañe!

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