La película más esperada de la historia (sin
exagerar) por fin ha llegado a la gran pantalla, rompiendo todos los récords
imaginables. Se trata, por supuesto, de Star Wars. El despertar de la Fuerza (Star Wars. Episode VII: The Force Awakens, 2015),
el Episodio VII de la saga cinematográfica por excelencia, el primer largometraje
producido por Disney y, sobre todo, el primero sin la mano creativa de George
Lucas [más al respecto en 'Universo Star Wars en expansión']. El relevo lo ha tomado el popular J.
J. Abrams, fan incondicional de la franquicia y creador de la exitosa serie
Perdidos (2004-2010), quien ya
revitalizó la otra saga galáctica por excelencia: Star Trek (donde también lo acompañó el director de fotografía
Daniel Mindel). Altas eran las expectativas y mayores las presiones, capaces de
acabar con la carrera del realizador de Misión
Imposible III (2006) y Super 8
(2011), pero también de impulsarla al infinito. Y, pese a las innegables pegas,
todo indica a la segunda opción.
La joven Daisy Ridley encarna a la primera mujer protagonista de la saga galáctica: Rey |
Ya lo auguraban los tráileres y demás
avances: El despertar de la Fuerza marca
el regreso a la galaxia muy, muy lejana de 1977 y no a la del 2001, lo que
supone más decorados y menos digitalización, conformándose así un universo de
corte fantástico y futurista pero también naturalista y tangible. De este modo,
los nuevos planetas parecen verdaderamente habitables, resultando sus criaturas
curiosamente humanas por nacer de la buena conjugación de vestuario y
maquillaje y no meramente de la tecnología digital. Sin embargo, este
tratamiento “rústico” de la galaxia también ha puesto de manifiesto una de las
principales virtudes de las infravaloradas precuelas: la expansión del rico
universo de Star Wars con
territorios, seres y equipos verdaderamente sorprendentes. Por desgracia, no es
así en el Episodio VII, donde todas las localizaciones recuerdan a otras ya
vistas, empleadas además con similares propósitos: Tatooine/Jakku como árida cuna
de la esperanza (con sendas cantinas plagadas de curiosos seres), Yavin/Takodana
como verde lugar de resolución y, claro está, la Estrella de la Muerte/Base
Starkiller como terror personificado.
Una de las primeras imágenes del rodaje de Star Wars: el despertar de la Fuerza |
Pero la falta de riesgo e inventiva no se
limita al plano visual: el guion de Michael
Arndt —oscarizado por Pequeña Miss
Sunshine (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2007) y afianzado en el terreno
de ciencia-ficción por Los juegos del
hambre: en llamas (Francis Lawrence, 2013)— Lawrence Kasdan
—autor del genial libreto de El imperio
contraataca (Irvin Kershner, 1980) y director de la fascinante Fuego en el cuerpo (1981)— y el propio J.J. Abrams, aunque efectivo, es un auténtico refrito de la
película original, cruzando el límite del guiño para aterrizar directamente en
el plagio: prácticamente cada paso de los nuevos héroes tiene su espejo en Una nueva esperanza (1977), a destacar la
huida del droide con planos secretos, la búsqueda de ayuda en la cantina con rencillas
de por medio y el rescate de la heroína gracias al engaño, a lo que se suma, claro está el enfrentamiento
filo-paternal con caída al vacío de El imperio contraataca. Una
sincronía preocupantemente indignante.
El cartel de El despertar de la Fuerza combina viejos y nuevos talentos |
Las similitudes narrativas y
visuales entre El despertar de la Fuerza
y La guerra de las galaxias son
muestra del miedo de J. J. Abrams a decepcionar a los fans, lo que le ha llevado
a arriesgar muy poco, pareciendo confeccionar la película en base a los meros
deseos del público. Hasta John Williams
antepone la nostalgia a la innovación, si bien sus viejas —y ya míticas—
partituras sólo aparecen cuando realmente se las necesita. La sorpresa brilla,
por tanto, por su ausencia, mas no por ello deja el film de funcionar,
resultando mucho más satisfactorio que las precuelas gracias a la calidad de unos
diálogos deleitablemente frescos que, a diferencia de los de aquellas, nunca
caen en el ridículo. Además, las escenas de acción (que, como sucede con Una nueva esperanza, ocupan la mayoría
del metraje) están excelentemente coreografiadas, manteniendo la atención del
espectador en todo momento, algo a lo que ayuda, por supuesto, el rico abanico
de personajes, que incluye héroes clásicos y nuevos descubrimientos evitando
abusar de unos u otros.
La relación entre Leia Organa y Han Solo vive una emotiva nueva etapa en El despertar de la Fuerza |
Indudablemente, el regreso de Han
Solo, Leia Organa, Luke Skywalker, Chewbacca, R2-D2, C-3PO, Ackbar —todos ellos incluidos entre los 15 mejores personajes de Star Wars— y Nien Nunb
supone un gran atractivo para los fans de la trilogía clásica, ávidos por saber
qué fue de todos ellos al término de El
retorno del Jedi (Richard Marquand, 1983). De todos ellos, Han Solo es
indudablemente el corazón nostálgico de El
despertar de la Fuerza gracias al buen hacer de Harrison Ford, quien no ha perdido un ápice de carisma (si bien su
fresco aire granuja ya no es lo que era). Lejos de ser un mero toque de
nostalgia (lo que sí sucede con el resto de personajes recuperados), Han Solo
disfruta de un tratamiento digno de su iconicidad. Peter Mayhew vuelve a encarnar a su compañero Chewbacca, a quien
parecen haber sentado muy bien los años, mientras que Carrie Fisher es una princesa Leia completamente exenta de su
fuerza original pero aún interesante. El peor parado de los cuatro es, por
supuesto, un demacrado Mark Hamill
cuyo Luke Skywalker apenas ve la luz a través de sus azulados ojos (quizá en su
caso sí haga falta algo de magia digital de cara al siguiente film…). Por su
parte, Ackbar y Nien Numb tienen una aparición prácticamente anecdótica pero
bienvenida, mientras que la simpática pareja de droides (únicos personajes que
han “sobrevivido” a los seis films anteriores) cede su protagonismo a una nueva
adquisición: BB-8, el entrañable astromecánico circular convertido
inmediatamente en uno de los símbolos de la nueva trilogía. Como ya hizo R2-D2
en su día, BB-8 obtiene una simpática personalidad a través de meros pitidos,
ganándose la empatía del espectador al instante (bien por el departamento de
sonido, que afortunadamente sigue contando con el mítico Ben Burtt).
El Poe Dameron de Oscar Isaac hereda el rol del antiguo (y joven) Han Solo de Harrison Ford |
Por supuesto, BB-8 no es el único
nuevo héroe digno de mención. Si la trilogía clásica contaba con los
mencionados Luke, Han y Leia como protagonistas y las precuelas hacían lo
propio con Anakin Skywalker, Padmé Amidala y Obi-Wan Kenobi, las nuevas cintas
reposan sobre los hombros de tres nuevos héroes: Rey, Finn y Poe Dameron. La novedad
radica en que, de haber de elegir un protagonista, la elegida sería ella, como
ya auguró el cartel en su día. Como huérfana en cuyo interior aflora la Fuerza,
Rey es el personaje perfecto para tomar el relevo de Luke y Anakin. Además, la
joven (y desconocida) Daisy Ridley
dota al personaje de un gran magnetismo, apoyada por un guion que se niega a
convertirla en la clásica princesa en apuros (en principio, Leia y Padmé
tampoco lo eran, pero Rey es la primera heroína completamente autosuficiente).
Bravo por Disney también por dar el coprotagonismo al anglo-nigeriano John Boyega, no tanto por sus dotes
interpretativas (simplemente pasables), como por ofrecer a la comunidad
afroamericana por fin un héroe digno, exento de los estereotipos de Lando
Calrissian y la incoherencia de Mace Windu. Por cierto, ambos nacieron en 1992
y cuentan 23 primaveras. El trío se completa con el gran Oscar Isaac como el ingenioso piloto Poe Dameron, un personaje
absolutamente carismático al que el intérprete guatemalteco-estadounidense de A propósito de Llewyn Davis (Joel y
Ethan Coen, 2012) y El año más violento
(J. C. Chandor, 2014) ha convertido en el nuevo favorito de un servidor.
La espada de Kylo Ren trata (en vano) de emular el asombro generado por el sable doble de Darth Maul |
Por su parte, Adam Driver (famoso por la serie Girls) encarna al heredero del
inigualable Darth Vader, pero su Kylo Ren carece del atractivo de aquel, poco
ayudado por las excesivas similitudes entre ambos héroes caídos. Tampoco
resulta el seco general de Domhnall
Gleeson (compañero de Isaac en la reciente Ex Machina, de Álex Garland) especialmente fascinante, lo que,
sumado a la confusión generada por el personaje del Líder Supremo Snoke, deja
el Lado Oscuro del film en una mera metáfora del Nazismo que debe ser más
desarrollada en el futuro. Este último personaje, sustituto de Palpatine, cobra
vida gracias a la captura de movimiento y el buen hacer de Andy Serkis, experto en la tecnología que le dio la fama hace años
gracias al Gollum de El señor de los
anillos (Peter Jackson, 2001-2003). Quien se estrena al respecto es Lupita Nyong'o, apenas reconocida en
los ojos de la criatura Maz Kanata (¿cuán necesario era contar con la
oscarizada actriz de 12 años de
esclavitud (Steve McQueen, 2013) para eso?). Ambos son, junto a Chewbacca y
los droides, los únicos personajes importantes no humanos de una cinta que,
nuevamente, ha preferido apostar por lo seguro. El reparto se completa con el
mítico actor sueco Max von Sydow,
actor fetiche de Ingmar Bergman que cede su intenso porte a Lor San Tekka en lo
que supone un gran comienzo para un film que, pese a los defectos enumerados,
emociona por su buena realización. (A modo de curiosidad: Daniel Craig se esconde en el traje de uno de los soldados imperiales.)
Finn, Rey y Poe Dameron son los nuevos héroes de la prometedora tercera trilogía de Star Wars |
Y es que, aun bebiendo en exceso
de la cinta clásica, El despertar de la
Fuerza es un verdadero triunfo gracias, precisamente, a saber dar al
espectador contemporáneo precisamente lo que andaba buscando. O sea, la
seriedad que las precuelas, concentradas en expandir el universo a nivel conceptual,
descuidaron a nivel narrativo. Pese al previsible guion, la cinta destila
fuerza —nunca mejor dicho— por los cuatro costados y resulta una experiencia
tan entretenida como trepidante tanto para los seguidores más fieles como para
aquellos que descubrirán la saga galáctica gracias a ella. Confiemos, eso sí, en
que las próximas producciones sepan conjugar su necesario respeto con una mayor
valentía. Los fans estamos de suerte, pues tenemos por delante, al menos,
cuatro años de estrenos: la inminente Rogue
One (Gareth Edwards, 2016), el Episodio VIII (Ryan Johnson, 2017), el
spin-off de Han Solo (Philip Lord y Chris Miller, 2018) y el Episodio IX (Colin
Trevorrow, 2019). Parece que esa galaxia muy, muy lejana que tanto nos atrae
seguirá expandiéndose más y más. Gracias, J. J. Abrams, por dar tan prometedor
pistoletazo de salida.
© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
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Hay que decir que JJ Abrahams, Lucasfilms y el resto del equipo lo hicieron de forma fantástica. Pienso que aún falta que esta historia tome fuerza pero esta nueva etapa parece muy buena. Por cierto, van a pasar por HBO Star Wars vii. No es nuevo decir que la saga de Star Wars es de lo mejor en la historia del cine, se agradece que las personas involucradas hicieran posible una nueva entrega después de tantos años espera. Que tengan buen día y que la fuerza los acompañe!
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