17 junio 2019

'Sauvage': animal herido, chapero

Pese a la creciente visibilidad del colectivo gay, la prostitución masculina parece seguir al margen de la sociedad, quizá a raíz de la privacidad que suele exigir la clientela. ¿Pero cómo es realmente la vida de un chapero? Las respuestas varían, pero pocos tienen siquiera alguna en la mente. En su extraordinaria ópera prima, el francés Camille Vidal-Naquet retrata a uno de ellos: el sensual pero desarraigado Léo, cuya vida ficticia no debe tomarse de referencia pero sí sirve para ir más allá de la objetivación del cuerpo y hasta el alma que este modo de vida acarrea. Sin prejuicio alguno, Sauvage (2018) derriba barreras entre la prostitución masculina (o, al menos, quienes la ejercen) y la sociedad contra la que el propio título se rebela. Y lo hace de un modo difícil de olvidar.

Félix Maritaud, Sauvage
El sexo es omnipresente en Sauvage,
pero desde perspectivas opuestas
Léo (Félix Maritaud) ha optado por una vida que dista de lo que la mayoría consideraría vida siquiera, no pretendiendo la película explicar su motivación más allá de una evidente necesidad interna e imperante de seguir viviendo del único modo que parece conocer, o sea, de sobrevivir: cualquier salida se antoja inviable, lo que vuelve el visionado tan frustrante como la existencia misma. El descarnado y naturalista trabajo fotográfico del también primerizo Jacques Girault sigue al introspectivo personaje como si de su propia sombra se tratara, retratándolo como un animal herido que, al igual que cualquier perro callejero, tan sólo desea algo de cariño, pero no necesariamente de quien puede granjeárselo. La generosidad con que ofrece no ya su cuerpo sino incluso su corazón es devastadora.