17 diciembre 2017

'Star Wars: Los últimos Jedi': feminismo galáctico

Leia en Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017)
Aunque Carrie Fisher falleció hace un año, sus
 escenas para Los últimos Jedi ya se habían rodado
Mucho se ha echado en cara a George Lucas, padre del universo Star Wars, durante las últimas dos décadas. Quizá demasiado. Sin embargo, no se ha hablado suficiente de la vergonzosa escasez de personajes femeninos que pueblan los seis films escritos por él, desde La guerra de las galaxias (1977) hasta La venganza de los Sith (2005). Y es que, entre las decenas de personajes de estas películas tan sólo encontramos dos protagonistas femeninas (la Leia Organa de Carrie Fisher y la Padmé Amidala de Natalie Portman, ambas políticas de armas tomar) y, lo que es peor, tres únicas secundarias (la líder rebelde Mon Mothma y dos madres abnegadas: Beru Lars y Shmi Skywalker) a las que prácticamente podríamos tachar de extras. Que sólo un cuarto de los miembros del Consejo Jedi fueran mujeres es claro ejemplo de la mentalidad de Lucas (a quien, eso sí, siempre se criticará en este espacio desde el cariño).

Rey y Luke en Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017)
Rey acude a Luke en Los últimos Jedi tal y como
este hizo con Yoda en El imperio contraataca 
Todo ello se explica, eso sí, recordando que, aun tratándose de ciencia ficción, el universo Star Wars acontece “hace mucho tiempo en una galaxia muy muy lejana”, basándolo además Lucas en las leyendas de capa y espada, que son eminentemente masculinas. Además, con escasas excepciones (a destacar la oficial Ripley de la saga Alien (1977-1997), interpretada por Sigourney Weaver), las heroínas del cine de acción brillaron por su ausencia hasta la llegada de la saga de Los juegos del hambre (2012-2015), cuya icónica Katniss Everdeen se ganó al mundo gracias en gran parte al trabajo de Jennifer Lawrence, instando a las superproducciones de Hollywood a crear cada vez más y más personajes femeninos hasta el punto de que J. J. Abrams ofreciera el protagonismo de El despertar de la Fuerza (2015) a una mujer, Rey (Daisy Ridley), rompiendo así la tradición de contar con un protagonista masculino y un acompañante de cada género (con la mujer como pareja romántica de uno de los dos). Al año siguiente, el Rogue One (2016) de Gareth Edwards volvió a contar con una mujer al mando (Felicity Jones como Jyn Erso), pero, aun así, el porcentaje de féminas sigue siendo en ambas cintas insuficiente. Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017), escrita y dirigida por Rian Johnson Brick (2005), Los hermanos Bloom (2008), Looper (2012)—, ha puesto definitivo fin a esta tendencia. Y por consiguiente siempre será una cinta especial dentro de la serie galáctica por excelencia.

Rose y Finn en Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017)
Rose y Finn conforman la primera pareja
de la nueva trilogía de Star Wars
Así, el plantel de personajes del Episodio VIII es plenamente igualitario, empezando por sus dos protagonistas, las mentadas Rey y Leia, y siguiendo por líderes (Laura Dern como la vicealmirante Holdo), aventureras (Kelly Marie Tran y Ngô Thanh Vân como las hermanas Rose y Paige Tico), mentoras (Lupita Nyong’o como Maz Kanata) y hasta villanas (Gwendoline Christie como la capitana Phasma), todas ellas dotadas de carisma propio sin servir nunca de complementos de personajes masculinos (aunque la presencia de las dos últimas se antoja algo gratuita). Las seis conforman, junto a Luke Skywalker (Mark Hamill), Finn (John Boyega) —que sigue sin estar a la altura del protagonismo que se le concede—, Poe Dameron (Oscar Isaac), Snoke (Andy Serkis), el general Hux (Domhnall Gleeson), DJ (Benicio del Toro) y Kylo Ren (Adam Driver) —villano que, siendo justos, sigue careciendo de fuerza o sentido—, sin olvidarse por supuesto de los androides C-3PO, R2-D2, BB8 y el wookie Chewbacca, uno de los conjuntos de personajes más plurales imaginables, pues, además de variedad de géneros, destaca la de orígenes y culturas, algo que ya trabajaron seriamente las dos cintas previas. Dada la alta influencia que estas películas tienen, no ya sobre la población, sino directamente sobre los más pequeños de la casa, esta apertura de miras es encomiable y motivo suficiente para reivindicar el valor de Los últimos Jedi.

Poe Dameron en Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017)
Los últimos Jedi tiene en Poe Dameron
una de sus mayores bazas
Suficiente, sí, pero en absoluto el único. Y es que Los últimos Jedi ha logrado desmarcarse del principal problema que presentaban sus dos por lo demás excelentes predecesoras: una similitud excesiva con la trilogía clásica. Cierto es que el Episodio VIII da comienzo de un modo muy similar al V —El imperio contraataca (Irvin Kershner, 1980), para muchos la mejor cinta de toda la saga—, con los rebeldes forzados a desalojar su base, y que el adiestramiento de Rey por Luke recuerda al recibido a su vez por Luke a las órdenes de Yoda, ambos en lugares evocadores remotos, pero el diseño de producción presenta escenarios y atmósferas muy diferentes, siendo los giros de guion y el desarrollo de la acción completamente nuevos y, a menudo, inesperados. Por no hablar del impacto visual de algunas escenas, fruto de la experiencia de su realizador en el cine independiente, donde la imaginación es imprescindible a la hora de tapar huecos económicos. Aparte de la siempre magistral música de John Williams, cabe destacar la perfecta fusión del dramatismo imperante derivado de la atmósfera de perenne consternación con el humor más candoroso; al primero contribuye enormemente el rostro compungido de Leia, más poderoso que nunca al acabar de tener lugar el primer aniversario del fallecimiento de Carrie Fisher (quien colaboró en varios de los diálogos más emotivos); el segundo se lo debemos principalmente al mejor personaje de la nueva trilogía, el carismático Poe Dameron de Oscar Isaac, quien, eso sí, sigue sin confirmar la homosexualidad que muchos deseamos adjudicarle por motivos extracinematográficos.

Cartel de Los últimos Jedi (The Last Jedi, 2017)
Luke y Leia gozan de un lugar de
honor en el cartel de Los últimos Jedi
De todos modos, no todo son virtudes en Los últimos Jedi: durante el primer tramo, falta ritmo y, en general, sobran confrontaciones, siendo los escasos momentos de calma precisamente los que permanecen clavados en la memoria. Además, a nivel narrativo tiene lugar un embarullamiento que resulta algo frustrante dada la sencillez por la que siempre ha abogado una saga que prefiere buscar la complejidad en la riqueza de un universo donde, nuevamente, entran y salen personajes y localizaciones que se antojarían desaprovechados de no ser por que esta saga siempre ha dejado asuntos jugosos en el aire. Esto conlleva que nos hallemos ante la película de Star Wars que más ha dividido a los fans, aun cuando los críticos la han reivindicado más que nunca (Rotten Tomatoes refleja un grado de aceptación del 93% entre los críticos pero solo del 57% entre los espectadores). Quizá el hecho de que la película abogue por romper con el pasado haya disgustado a todos aquellos que por un lado critican cada retazo de similitud que hay entre las nuevas películas y las clásicas y, por otro, lamentan todo intento de pasar página a través de la apertura de nuevos caminos formales y narrativos. Y es que esta cinta parece más preocupada por despedirse de los personajes clásicos que por hacer evolucionar verdaderamente a los nuevos, dando la sensación de acabar en el mismo punto donde se ha empezado… Pero no es así: se empieza sin esperanza y se acaba con ella, lo que vuelve el final harto emotivo. Pero, claro, ¿acaso no estamos analizando todo con lupa de un modo que no haríamos con casi ninguna otra producción? En honor a quienes, como ese famoso crítico español que tanto se quiere a sí mismo, malgastan tiempo y esfuerzo subrayando defectos e ignorando virtudes, rescato las palabras de la valiente Rose Tico, nuevo personaje cuyo principal objetivo es honrar la muerte de su hermana kamikaze: «No hay que destruir lo que se odia, sino defender lo que se ama con todo lo que se posee.»

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