05 febrero 2017

Premios Goya 2017: la noche de Arévalo, Bayona y Emma Suárez

J. A. Bayona y Raúl Arévalo en los Premios Goya 2017
J. A. Bayona y Raúl Arévalo compartieron los
honores de la 31ª edición de los Premios Goya
«No somos un sector que vive del Estado, somos un sector que genera riqueza para el Estado. Pero la taquilla no es la única referencia para medir el valor del cine español: también hay otro tipo de cine que busca y abre nuevos caminos. Su rentabilidad es distinta, es la rentabilidad cultural, del conocimiento y la identidad». Así habló anoche Mariano Barroso, vicepresidente de la Academia, durante el discurso que dio en compañía de la presidenta Yvonne Blake. Bellas palabras, sí, pero nada acordes al espíritu de unos premios centrados año tras año en los trabajos de mayor envergadura y popularidad. Quizá Un monstruo viene a verme y Tarde para la ira, innegables vencedoras de la 31ª edición de los Premios Goya, representen dos vertientes opuestas del cine español contemporáneo, pero ambas figuraban en todas las quinielas antes incluso de ser estrenadas. A fin de cuentas, nos hallamos ante la tercera película del aclamado J. A. Bayona y la primera de Raúl Arévalo, dos rostros habituales de las últimas ediciones. Y sí, tanto la castiza y personal búsqueda de venganza de Tarde para la ira como la emotiva e internacional batalla contra el cáncer de Un monstruo viene a verme suponen dos trabajos excepcionales, pero en el fondo todo el mundo había oído hablar ya de ellos, ¿acaso no merece el “otro cine español” también el respaldo de la Academia?

Roberto Álamo en los Premios Goya 2017
La gran interpretación de Roberto Álamo
dio a Que Dios nos perdone su único Goya
Dicho esto, las quinielas se cumplieron y Tarde para la ira se hizo tanto con el cantado Goya a mejor dirección novel como con los concernientes a mejor actor de reparto para Manolo Solo —quien ya optó al galardón el año pasado por la reivindicable B (David Ilundain, 2015) pero era el único de los nominados en las categorías interpretativas no revelación que todavía no lo había ganado, desconsoladora muestra de la endogamia académica—, mejor guion original para Raúl Arévalo y su amigo David Pulido (¡en reconocimiento a ocho años de trabajo!) y, claro está, mejor película. Aunque previsible, este último premio permaneció en el aire hasta el final conforme Un monstruo viene a verme arrasaba en el terreno técnico, siendo finalmente el culpable de que la noche de Bayona no fuera... de diez. De hecho, sus nueve reconocimientos (dirección, fotografía, montaje, dirección de producción, dirección artística, música, sonido y efectos especiales) la han convertido en la cinta con más Goya no receptora también del galardón principal, siendo nuevamente Bayona laureado como director sin que su propia producción lo consiga (ya sucedió con El orfanato (2007), derrotada por La soledad de Jaime Rosales, y Lo imposible (2011), derrotada por la Blancanieves de Pablo Berger). Aunque el respaldo económico ha influido tanto o más que el talento en el resultado de varios apartados, hay que destacar el atmosférico trabajo fotográfico de Óscar Faura y la majestuosa partitura de Fernando Velázquez, dos artistas patrios de prestigio internacional que se estrenan por fin en los Goya tras sus tres colaboraciones con Bayona (Faura incluso lo acompañará en la aventura que supone la secuela de Jurassic World, prevista para 2018, mas no así Velázquez, que será sustituido por Michael Giacchino). «Sin la cultura seríamos incapaces de expresar quiénes somos y cómo nos sentimos», dijo el emocionado Bayona al subir al escenario tras ver hacer lo mismo a la mitad del equipo del que considera su proyecto más complicado hasta la fecha.

Anna Castillo en los Premios Goya 2017
Anna Castillo se impuso a Ruth Díaz, receptora del
Premio Orizzonti de Venecia por Tarde para la ira
Pese al innegable dominio de los dos filmes mentados, el palmarés tuvo cabida para todas las favoritas: el académico thriller El hombre de las mil caras, de Alberto Rodríguez —mejor actor revelación para Carlos Santos y mejor guion adaptado para el realizador y su habitual colaborador Rafael Cobos, premiados juntos ya por La isla mínima (2014) y nominados previamente por 7 vírgenes (2005), After (2009) y Grupo 7 (2012)—, el nostálgico drama El olivo, de Icíar Bollaín —mejor actriz revelación para la maravillosa Anna Castillo, quien dedicó el galardón a su contrincante, compañera y amiga del alma Belén Cuesta (lo mejor de Kiki: el amor se hace, con la que Paco León volvió a irse de vacío) y reaccionó con un fresco «Perdón, ¿me están echando?» al escuchar el tic tac que pedía fin a su discurso, el cual fue afortunadamente poco empleado gracias a la contención de la mayoría de premiados—, el emocionante thriller Que Dios nos perdone, de Rodrigo Sorogoyen —mejor actor para el gran Roberto Álamo, que logra así dos premios de dos nominaciones: ya ganó como secundario por La gran familia española (Daniel Sánchez Arévalo, 2011) por encima precisamente de Antonio de la Torre, quien lo recibió por AzulOscuroCasiNegro (curiosamente, también de Sánchez Arévalo, 2006) pero lleva seis derrotas seguidas—, el emocionante drama bélico de aventuras 1898. Los últimos de Filipinas, de Salvador Calvo (que arrebató a La reina de España, del mítico pero polémico Fernando Trueba, el único Goya técnico que dejó libre Un monstruo viene a verme: mejor vestuario) y, claro está, Julieta, un particular melodrama que, pese a suponer el regreso del mejor Pedro Almodóvar (que la ha estrenado en más de 50 países), sólo ha podido hacerse con el entorchado a mejor interpretación femenina gracias al trabajo de Emma Suárez (representante de todo el reparto tras el triste olvido de Adriana Ugarte y Rossy de Palma).

Emma Suárez en los Premios Goya 2017
Emma Suárez evitó que dos de los mejores filmes
del año se fueran de vacío: Julieta y La próxima piel
Ciertamente la 31ª edición de los Goya ha supuesto la gran noche de Emma Suárez, quien ha emulado el triunfo de Verónica Forqué (premiada en 1987 como mejor actriz por La vida alegre, de Fernando Colombo, y como mejor secundaria por Moros y cristianos, de Luis García Berlanga) al hacerse también con el otro Goya al que optaba: mejor actriz de reparto por La próxima piel, de Isa Campo e Isaki Lacuesta, pequeño filme que llevó hacer más de una década y ha sido reivindicado por muchos como uno de los mejores del año. Siendo objetivos, el primer premio lo merecía Bárbara Lennie (absolutamente maravillosa en María (y los demás), de Nely Reguera) y el segundo, María Pujalte (que no estaba siquiera nominada por La noche que mi madre mató a mi padre, de Inés París), pero lo cierto es que la actriz madrileña no recibía Goya alguno desde El perro del hortelano (Pilar Miró, 1996) y el 2016 ha supuesto un grandísimo año para ella (también ha participado en Las furias, de Miguel del Arco, y Falling, de Ana Rodríguez Rosell). Por cierto, ¿qué comparten gran parte de los últimos filmes mencionados? Pues estar dirigidos por mujeres, un dato importante considerando que tan sólo 11 candidatos en las distintas categorías este año lo eran por largometrajes de directoras. Con razón Dani Rovira reivindicó en tacones la existencia de más «mujeres que hagan películas con mujeres… para todo el mundo», uno de los temas más comentados de la noche en compañía del referente al hecho de que sólo el 8% de los intérpretes de este país vive de su trabajo, una realidad que nos recuerda que la popularidad internacional de Penélope Cruz (que, sí, volvió a ser la reina de la elegancia) no es más que la excepción a la regla.

Silvia Pérez Cruz en los Premios Goya 2017
Silvia Pérez Cruz optaba a 2 Goya por Cerca de tu casa:
actriz revelación y canción; sólo ganó el segundo
Por cierto, tras presentar tres ceremonias seguidas, Dani Rovira estaba más relajado que nunca y eso se ha notado, resultando tanto sus reivindicaciones («a los políticos les vamos a dedicar el mismo tiempo que ellos han dedicado a la cultura») como sus bromas («¿qué tal se ve la gala en 3D, Almodóvar?») tan correctas como acertadas. No puede decirse lo mismo de la realización, que volvió a ser bastante torpe… Y no: la excusa del directo no sirve: ¿a quién se le ocurrió situar consecutivamente el morreo de Rovira y Karra Elejalde  (nominado por la emotiva 100 metros, donde compartía cartel con el primero) y el momento In memoriam? Sin comentarios. En cualquier caso, no fue Rovira, sino Silvia Pérez Cruz quien protagonizó el mejor momento de la gala al aprovechar su victoria con la canción “Ai, ai, ai” de Cerca de tu casa, de Eduard Cortés (reivindicativa cinta por la que también estaba nominada como actriz revelación) para entonar el reivindicativo “No hay tanto pan” en honor de los desahuciados. «Es indecente: gente sin casa y casa sin gente», reza la letra; la piel de gallina. También Ana Belén se mostró peleona al agradecer el Goya de Honor que tanto se merecía: «salud y trabajo para esta profesión, que no se merece tanto desprecio de sus gobernantes» (bueno, y al preguntar con gracia y salero por qué nadie tenía previsto que necesitaría una botella de agua durante el discurso, algo que ya había pedido poco antes la propia presidenta de la Academia).

Penélope Cruz y Pedro Almodóvar en los Premios Goya 2017
Ni Penélope Cruz ni Pedro Almodóvar
ganaron... Pero tampoco lo necesitan
A destacar, por último, los merecidísimos reconocimientos a Frágil equilibrio, de Guillermo García López (mejor documental); Psiconautas, los niños olvidados, de Pedro Rivero y Alberto Vázquez (mejor película de animación); Elle, de Paul Verhoeven (mejor película europea), y El ciudadano ilustre, de Mariano Cohn y Gastón Duprat (mejor película iberoamericana). Con respecto a los cortos premiados —Decorado, Alberto Vázquez (animación); Cabezas habladoras, de Juan Vicente Córdoba (documental) y Timecode, de Juanjo Giménez Peña (ficción)—, ante la imposibilidad de verlos dada la pésima distribución de la que goza este infravalorado arte, me remito a las ingeniosas palabras de este último: «quiero dar las gracias a la Academia por permitir que los largometrajes compartan la gala con nosotros. El largo puede ser una estupenda carta de presentación, animaría a los largometrajistas a que den el salto al vacío». Yo, desde aquí, animo a los académicos a hacer mejor sus deberes el año que viene y no limitarse a los films —o, mejor dicho, lo dramas— sobre los que todo el mundo habla, ya que poco puede achacarse al palmarés de este año al margen de su soporífera previsibilidad. 

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