27 enero 2013

Siempre Audrey Hepburn

La elegancia natural de Audrey la
convierte en la actriz más fotografiada
Han pasado veinte años desde la muerte de Audrey Hepburn el 20 de enero de 1993, pero algunas luces nunca dejan de brillar. Ella fue una bella y excelente actriz, pero lo que cautivó al mundo no fue (sólo) eso, sino su hermoso carácter fuera de la pantalla, que, por supuesto, se reflejaba en cada una de sus interpretaciones. Audrey Hepburn no fue una diva, como sus múltiples fotografías pueden dar a entender a quienes no la conocen, pero sí una mujer excepcional que nunca descuidó su trabajo y, sin embargo, siempre puso su vida y la de las personas que la rodeaban por delante de él. A ella está dedicado el blog desde sus inicios, así que no puedo dedicárselo este día en concreto. Este post va dedicado a quienes la amaron en su día y quienes aún lo hacen sin haberla conocido siquiera.

"Mi única religión es la naturaleza"
“Nací en Bruselas, Bélgica, el 4 de mayo de 1929… y morí seis semanas más tarde”, así dijo Audrey que habría empezado su autobiografía de haberla escrito. Ella nació en Ixelles, un barrio de Bruselas, como Audrey Kathleen Ruston, nombre al que el padre añadiría más adelante el apellido de su abuela materna, Hepburn. Llegó al seno de una familia aristócrata formada por el británico-austriaco Joseph Victor Anthony Ruston, la baronesa holandesa Ella Van Heemstra y los hijos de su primer matrimonio, Ian y Alexander. El corazón de la niña se paró tiempo después de nacer, pero, por suerte para todos, Audrey volvió a la vida.

"Cualquiera que no
crea en milagros,
no es realista"
Sus distantes progenitores le inculcaron disciplina y humildad, pero, en 1935, el padre, simpatizante nazi, abandonó a la familia, experiencia que Audrey calificó como la más dura de su vida; nunca se recuperó del todo. Fue entonces enviada a una academia privada de Kent, Inglaterra, hasta que en 1939 su familia se trasladó a Arnhem, Países Bajos, pensando que así estarían más seguros ante el avance nazi. Allí acudió al conservatorio, cuyo aprendizaje en piano y ballet clásico compaginó con los estudios. Para evitar que sus orígenes ingleses se revelaran, la madre de Audrey la llamaba Edda Van Heemstra, como ella, y la obligó a hablar holandés. Audrey hablaba perfectamente inglés, francés, holandés e italiano, se defendía con el alemán y conocía incluso un poco de español.

"Yo no soy hermosa; una vez mi madre me llamó `patito feo´, pero,
si se enumeran por separado, tengo algunos detalles positivos"
La II Guerra Mundial llegó a Arnhem, que fue devastada durante el bombardeo aliado, y Audrey sufrió sus consecuencias: el hambre le causó problemas respiratorios e hizo estragos en su constitución, lo que llevaría a injustas afirmaciones de anorexia. Haciendo honor a su tío fusilado y a su hermano Ian, retenido en un campo de trabajo (el mayor, Alexander, se convirtió en un fugitivo para evitar el mismo destino), Audrey hizo actuaciones de baile secretas y  ayudó en el envío clandestino de mensajes. Ella se sintió muy identificada con Ana Frank, pues ambas tenían la misma edad y pasaron por hechos semejantes: “Recuerdo estar en la estación de tren viendo cómo se llevaban a los judíos (…) Vimos fusilamientos (…) Un amigo me dio el libro de Ana en holandés en 1947. Lo leí y me destruyó (…) Era mi vida”.

Sin embargo, al igual que Ana, Audrey supo disfrutar de algunos momentos de paz, que dedicó en gran parte a dibujar. Cuando el país fue liberado por las fuerzas aliadas, Audrey se comió un paquete entero de leche condensada y se puso enferma por el exceso de azúcar; poco después, sufrió una fuerte depresión debida a los duros acontecimientos vividos. La guerra, el hambre y el sufrimiento habían llegado a su fin, pero ella no volvería a ser la misma.

The Secret People dio a Audrey
su primer papel importante
Acabada la guerra, descubrió que sus hermanastros seguían con vida, pero su relación no volvió a ser la misma. Audrey se mudó con su madre a Amsterdam, donde tomó clases de ballet con Sonia Gaskell y, más tarde, a Londres, donde fue instruida por Marie Rambert, profesora del famoso bailarín Vaslav Nijinskv. Fue Rambert la que le dijo las palabras más duras de su carrera profesional: podría bailar, pero su alta estatura (1,67) y sus secuelas alimenticias debidas a la guerra impedían su futuro como primera bailarina. Esto, sumado a los problemas económicos, la instó a probar suerte en otros ámbitos, incluido el cine, donde debutó por pura casualidad.

Así, dos primas le ofrecieron trabajar en una película de unos amigos titulada Nederlands in 7 seasons y ganar un dinero por unas pocas escenas de extra. Sorprendida por la facilidad del trabajo y conmocionada por ver frustrado su futuro como bailarina, Audrey aceptó todo tipo de empleos y terminó consiguiendo un papel secundario en la aclamada obra de teatro High Button Shoes, donde pasó desapercibida para todos salvo el productor Cecil Landeau, que le ofreció un papel con diálogo en la obra Sauce tartare. Así conoció ella el amor en la figura del cantante Marcel Le Bon, primera relación seria que no tardó en decepcionarla.

Vacaciones en Roma sigue a una princesa que trata de
huir del protocolo y descubre la alegría de la vida
Audrey se concentró más que nunca en la interpretación y se matriculó en la escuela de Felix Aylmer. Además, la secuela Sauce piquante, interpretada en el club Ciro's, aunque peor que la primera, le permitió llamar la atención de los críticos y productores y empezaron a lloverle pequeñas ofertas. El cazatalentos Robert Leonard, director de reparto de ABPC la instó a firmar por tres películas para la productora: One Wild Oat (Charles Saunders, 1951), Risa en el paraíso (Mario Zampi, 1951), que presentó a Audrey (quien podría haber sido la protagonista de no haber estado ocupada planeando un nuevo musical con Le Bon que nunca vio la luz) en los créditos, e Historia de unas jóvenes esposas (Henry Cass, 1951), su primer papel secundario. El director de esta última se quejó de ella… ¿Dónde está ahora él?, me pregunto.

La obra de teatro Gigi fue precursora
de la oscarizada película de 1958
El último papel anecdótico de Audrey fue en la aclamada comedia Oro en barras (Charles Crichton, 1951), que obtuvo el BAFTA al mejor film británico del año. Tras ello, participó en The Secret People (Thorold Dickinson, 1952), una cinta mediocre que, no obstante, le dio su mayor oportunidad hasta el momento. Pronto la llamaron para el film francés Americanos en Montecarlo (Jean Boyer, 1952), que aceptó por la posibilidad de grabar en la Riviera Francesa. Fue quizá ello lo que le impidió aceptar la proposición de matrimonio de James Hanson y lo que le dio su gran oportunidad. Durante el rodaje, conoció a la escritora Sidonie-Gabrielle Colette, quien, nada más verla actuar exclamó “¡He encontrado a Gigi!”. Ella buscaba a la protagonista de la obra Gigi y Audrey era simplemente perfecta. Y así lo demostró en las pruebas y finalmente en el teatro como indiscutible protagonista.

Justo entonces le ofreció Richard Mealand, director de reparto de la Paramount, el papel protagonista en la nueva comedia del prestigioso director de cine William Wyler, quien quedó impresionado por la naturalidad de la actriz (que, de hecho, no tenía ni idea de con quién trataba). Se trataba de Vacaciones en Roma (1953) y el estudio quedó tan satisfecho por los ensayos que ofreció a Audrey firmar un sustancioso contrato por siete películas. Por supuesto, ella aceptó.

Audrey obtuvo el Oscar por su primer papel
protagonista y fue candidata otras cuatro ocasiones
Mientras tanto, Gigi se estrenó en Broadway y el éxito fue tal que llegó a las 219 funciones. El retraso del rodaje de Vacaciones en Roma volvió a postergar la boda de Audrey con Hanson. Finalmente empezó la grabación y una predispuesta Audrey repitió hasta cincuenta veces las tomas para contentar a Wyler, famoso por su perfeccionismo. Su buena relación con Gregory Peck llevó a éste a pedir que el nombre de Audrey fuera incluido junto al suyo antes del título. La película era una agradable comedia ambientada en Roma que convertía a Audrey en una auténtica princesa que descubría la belleza de la vida gracias a un reportero que busca una primicia y encuentra el amor. Audrey Hepburn desprendía frescura, belleza y alegría y meses después recogía un merecidísimo Oscar a mejor actriz, además del Globo de Oro y el BAFTA.

Pero el éxito no fue gratis y Audrey terminó rompiendo con Hanson. No obstante, Peck le presentó a su amigo Mel Ferrer y pronto surgió entre ambos un romance pese a que este estaba casado. Mientras tanto a ellla le llovían las ofertas, incluidas dos oportunidades perdidas de trabajar con el gran Marlon Brando: Desirée (Henry Koster, 1954) y Sayonara (Joshua Logan, 1957), esta última por considerar absurdo aceptar a una mujer asiática.

Sabrina unió a Audrey con Givenchy
Al final Audrey acertó al aceptar uno de sus papeles más memorables. Fue la comedia romántica Sabrina (1954), que le permitió trabajar a las órdenes del mítico Billy Wilder. Sus compañeros de reparto dieron mucho de que hablar: Humphrey Bogart fue bastante desagradable con ella y William Holden, todo lo contrario. De hecho, dio comienzo un romance entre ambos que terminó cuando él le confesó que no quería tener hijos.

Aunque no era de los films más redondos de Wilder, Sabrina fue todo un éxito entre el público gracias a la maravillosa interpretación de Hepburn, que recibió una nueva nominación al Oscar. No obstante, el único premio del film fue para la diseñadora de vestuario Edith Head, que ya había obtenido la estatuilla por vestir a Audrey en Vacaciones en Roma el año anterior. Empero, los vestidos que realmente habían llamado la atención de la Academia fueron los de Hubert de Givenchy, que había colaborado en el vestuario de Sabrina pero no figuraba como nominado. Head ni siquiera lo mencionó en su discurso y Hepburn llamó al diseñador para pedirle disculpas. Desde entonces, actriz y diseñador fueron amigos (y colaboradores) inseparables.

Guerra y paz unió a Audrey y su esposo en pantalla,
pero él sufrió duras críticas y un ataque de celos
Mel Ferrer, actor y director de capa caída, logró entonces engatusar a Audrey para colaborar con él en la producción teatral Ondine. Aunque ella decía que eran solo amigos, aceptó. Y todo para encontrar a un Ferrer celoso y manipulador nada contento por los halagos que él pedía a gritos para sí y ella recibía sin intentarlo. Audrey recibió el Tony a mejor actriz de teatro, pero la fama volvió a pasarle factura y pasó una gran depresión que la convirtió en una fumadora compulsiva.

Pese a los roces surgidos entre ambos, Mel pidió su mano y se casó con ella en 1954. El propio Givenchy diseñó el vestido de novia. La pareja disfrutó de un tiempo de tranquilidad muy esperado y Audrey cumplió su mayor deseo: quedarse embarazada. Sin embargo, su felicidad se vio chafada por un aborto.

Una cara con ángel permitió a Audrey bailar y
cantar junto a su idolatrado Fred Astaire
Audrey decidió centrarse entonces en su familia, pero Mel la animó a participar en la superproducción Guerra y paz (King Vidor, 1957). En realidad, los productores habían fichado al propio Mel con la esperanza de arrastrar a Audrey con él. Ella recibió entonces un sueldo desmesurado que ni entendió ni quiso hacer público por no creer estar a la altura. El rodaje tuvo lugar en Italia, Roma y Yugoslavia y partió de un guion elaborado en tiempo récord… que por supuesto resultó una chapuza. El libreto fue reescrito, pero tampoco fue precisamente brillante. Se esperaba que quince mil extras, noventas sastres y cifras incalculables de caballos y cañones suplieran la falta general de talento. Audrey se comportó con gran profesionalidad pese a la dureza de los ensayos y fue la única que salió airosa de las críticas, quizá exageradas considerando que, pese a todo, era una adaptación aceptable de un clásico inadaptable.

Las motivaciones del personaje de Audrey en Ariane eran
poco creíbles, pero su actuación es aún así deliciosa
Su siguiente proyecto fue muy diferente. Audrey recibió la noticia de que Stanley Donen la quería para protagonizar Una cara con ángel (1957) con su ídolo Fred Astaire. Este recibió una carta similar que afirmaba la participación de la actriz y fue así como ambos coincidieron en este adorable musical. El guion resultó ser bastante mejorable, pero la película era visualmente radiante e incluía algunos de los planos más bellos de la carrera de Audrey. Lamentablemente, Astaire sintió celos de la atención recibida por la actriz y su amistad inicial se fue desvaneciendo. Pese a todo, Audrey sintió siempre un cariño especial por la película, que le había permitido retomar su amado ballet.

 "Adoro cocinar y me encanta la
jardinería; aburrido, ¿no?" 
Entonces Billy Wilder, que había quedado muy contento con Audrey tras su anterior colaboración, la contactó de nuevo para su comedia Ariane (1957). Wilder trató de emparejarla con Cary Grant, como ya había intentado en Sabrina, pero no fue posible y el elegido terminó siendo un anciano Gary Cooper que hubo de ser fotografiado con filtros especiales para disimular sus casi sesenta años. El rodaje no fue muy agradable y el resultado perdió mucho debido a la poca creíble unión entre Cooper y la joven Audrey, pese a contener algunos diálogos verdaderamente desternillantes.

Cansada de los celos y el estrés, Audrey decidió tomarse un descanso, pero antes hubo de participar en la producción televisiva Mayerling (1957), que aceptó por trabajar junto a su marido, quien, sin embargo, recibió unas críticas terribles. Audrey recibió entonces un nuevo regalo de manos de Givenchy: un perfume de uso exclusivo para ella durante un año, que saldría a la venta con el nombre de “L'interdit”.

Historia de una monja dio a Audrey la Concha de Plata
de San Sebastián, el Bafta y el David di Donatello
Con la intención de que probara un nuevo registro, su agente Kurt Frings le envío una novela sobre una monja que absorbió a la actriz, quien se sintió sorprendentemente identificada con ella, al haber vivido ambas la II Guerra Mundial y haber trabajado en un hospital tras la contienda. La historia se basaba en la vida de Marie Loise Habet y Audrey entabló una gran amistad con ella al preparar el papel. Historia de una monja (Fred Zinnemann, 1959) reflejaba las dudas espirituales de una religiosa frustrada por sus ganas de hacer el bien y la estricta disciplina eclesiástica. Algunas escenas fueron filmadas en el Congo Belga, lo que dio a Audrey su primer contacto con la pobreza de África, algo que no olvidaría. El rodaje fue muy duro, pero dio como resultado una de las mejores interpretaciones de Audrey, que fue de nuevo nominada al Oscar y obtuvo un segundo premio BAFTA, así como el mayor éxito de la Warner hasta el momento. Además, la propia actriz participó en el desarrollo final del guion, insistiendo en que el fracaso de la protagonista como monja era menos importante que su evolución personal.

El amor de Audrey por los animales 
quedó claro en Mansiones verdes
La actriz, cada vez más distanciada de su marido, vivió entonces un nuevo romance con el guionista del film, Robert Anderson, que vio su fin cuando este confeso ser estéril. Además, Mel Ferrer, que no estaba dispuesto a perder a su actriz… mujer, tuvo un nuevo plan: ya que sus colaboraciones hasta el momento solo habían servido para hundirle aún más, decidió dirigir él mismo a su esposa. Y lo hizo en Mansiones verdes (1959), donde la actriz se convirtió en un espíritu del bosque. El rodaje ya empezó mal: Audrey sufrió un accidente de tráfico que dejó lesionada a una artista que la demandó. Audrey pagó 4500 dólares sin problema, pero quedó muy conmocionada y no pudo volver a conducir con normalidad. Quizá lo único memorable del film, que trató de recrear la selva en un estudio sin demasiado éxito, sea la relación de Audrey con un cervatillo con el que había convivido para que se acostumbrara a ella. Eso y la introducción del sistema de Panavision, más sofisticado que el CinemaScope.

La actriz quedó embarazada de nuevo, pero había firmado para participar en el western Los que no perdonan (1960), que se convertiría en el más odiado por su director John Huston, quien vio frustrados sus intentos de tratar el racismo en profundidad: “El otro día empecé a verla porque la ponían por televisión… no aguanté ni cinco minutos”, admitiría más tarde. La legendaria actriz Lillian Gish se dedicó a bromear con Audrey sobre las reacciones negativas que tendría el público ante el ilógico guión, que dio lugar a un auténtico fracaso en taquilla. Además, Audrey se cayó de un caballo y hubo de ser ingresada.

En Los que no perdonan, Audrey interpreta a una
joven de origen indio azotada por el racismo
Pese a todo, el film era correcto y permitía observar a Audrey en una tesitura distinta. Más impactante habría sido su colaboración con Alfred Hitchcock, quien trató de convencerla para protagonizar su nueva película. Mas la actriz dijo que no le gustaban las películas violentas y rechazó un guión en el que su personaje era estrangulado. Quizá ella era consciente del trato que recibían los intérpretes de manos del director, quizá tan sólo lo hizo por su futuro hijo. Pero resulta difícil no alegrarse de que el talentoso pero desagradable cineasta no le pusiera las manos encima.

Desayuno con diamantes convirtió un
drama en una comedia romántica
Por desgracia, el bebé de Audrey nació muerto, todo un golpe para ella, que sólo se recuperó cuando quedó de nuevo embarazada. Además, sus intentos de retomar la relación con su padre fueron en vano, pues este, aparecido de la nada de pronto, no demostró interés alguno en ella. Aun así, verle de nuevo sirvió a la actriz para cerrar ese capítulo de su vida. Sólo se volverían a ver dos veces más, pero ella le enviaría una pensión por el resto de sus días.

Por fin cumplió Audrey su sueño de ser madre. El 17 de julio de 1960 dio a luz a Sean Ferrer. “Me costaba creer que fuera realmente para mí, que pudiera quedármelo”, diría ella, quien se concentró por completo en él. Aun así, su marido la instó a leer un guion muy interesante. Se trataba de Desayuno con diamantes (Blake Edwards, 1961) y Audrey sólo aceptó al saber que la trama de la novela original sería dulcificada. Truman Capote, autor de la misma, prefería a Marilyn Monroe, quien sin duda habría bordado el papel, pero lo cierto es que Audrey sorprendió a todos (Capote incluido) añadiendo a su habitual frescura una mezcla insólita de vulnerabilidad y desparpajo. La película fue vital para su carrera y unió para siempre su imagen a la de su protagonista, la intrigante Holly Golightly.

"Supongo que había nacido para ser madre"
Además de ser una comedia romántica encantadora, la película estaba llena de nostalgia, a lo que contribuyó la canción “Moon River”, de Henry Mancini. La propia Audrey la interpretó en la ventana en uno de los momentos más mágicos de la historia del cine ante la atenta mirada del galán George Peppard. Curiosamente, los productores habían querido eliminar la canción del montaje, pero Audrey había sido clara: “Por encima de mi cadáver”. La canción se quedó y ganó el Oscar, al que Audrey volvió a optar con pleno merecimiento.

No obstante, hay quien dice que la mejor interpretación del año era la de la propia Audrey en otro brillante film: La calumnia (1961), dirigida de nuevo por William Wyler. Era este un film polémico sobre la relación entre dos profesoras que dejaba clara la idea de que el personaje de Shirley McLaine estaba enamorado del de Audrey (¿y quién no lo estaría?). El tratamiento de la homosexualidad de la cinta resultaba muy sutil, pero también un paso decisivo para el Hollywood de la época.

La calumnia es uno de los primeros films
hollywoodienses en tratar la homosexualidad
Mientras tanto, la relación de Audrey con Mel era cada vez peor y este incluso exigió a Givenchy que les pagara por usar el nombre de la actriz en su perfume a través de su publicista, Henry Rogers, al que Audrey despidió al descubrir que había exigido un homenaje a su marido en el Festival de Cannes a condición de la asistencia de ella. Entonces, el ejecutivo que había insistido en eliminar la canción “Moon River” reclutó a Audrey para participar en Encuentro en París (Richard Quine, 1964), único film que la siempre correcta actriz definiría como “menos bueno” de su carrera. De hecho, su guion no tenía ninguna clase de sentido, siendo lo mejor unas complejas referencias cinéfilas imposibles de entender por el público medio. Así se reencontró con William Holden, aún enamorado de ella, y, aunque Audrey fue fiel a su matrimonio, no se molestó en desmentir los rumores que ponían cada vez más celoso a su molesto marido.

Charada reunió a Audrey con Stanley Donen y París,
aunque presenta un estilo muy "Hitchcock"
La película no fue estrenada hasta después de Charada (1964), que unía de nuevo a la actriz con Stanley Donen y, por fin, con Cary Grant, una de sus mejores parejas en pantalla pese a la clara diferencia de edad. Cuando ella le conoció, estaba tan nerviosa que le tiró una botella de vino encima, pero el actor no borró la sonrisa de su cara. Donen reprodujo la escena en pantalla sustituyendo el vino por helado. El film mezclaba la comedia con el thriller con gran acierto y fue muy bien recibida por la crítica, que aplaudió tanto las labores técnicas (sobre todo, la fotografía y la música) como las artísticas. Audrey obtuvo su tercer BAFTA por una de las películas más redondas de su carrera.

Audrey quedó muy decepcionada al ver sus
canciones dobladas en My fair lady
Pero el éxito fue aún mayor con My fair lady (George Cukor, 1964), una superproducción musical para la que el estudio prefirió a Audrey frente a Julie Andrews, quien había protagonizado la versión de Broadway y quedó desconsolada. La supuesta enemistad entre ellas fue siempre negada por ambas, pero Audrey se vio perjudicada por ello y no fue siquiera nominada al Oscar pese a que la película obtuviera 12 nominaciones y 8 premios, siendo la única obra protagonizada por ella que se alzaría con la estatuilla a mejor película. También influyó en ello el hecho de que Audrey fuera doblada para las canciones por Marni Nixon; y eso que el contrato firmado por la actriz estipulaba claramente que ella cantaría y las versiones de esta eran mucho más acordes al personaje, una mendiga convertida en aristócrata. Su compañero en pantalla, Rex Harrison, afirmó al recoger su Oscar que el premio era compartido.

Cómo robar un millón y... es la tercera colaboración
de Audrey con William Wyler, que la adoraba
En la cumbre de su carrera, Audrey recibió un millón de dólares por protagonizar la divertida comedia de misterio Cómo robar un millón y… (William Wyler, 1966) junto a Peter O'Toole, su primer compañero de pantalla más joven que ella. Durante el agradable rodaje la actriz quedó embarazada de nuevo, pero sufrió un nuevo aborto, que derivó en otra depresión.

Los tiempos estaban cambiando y los vestuarios de ensueño habían pasado de moda. La nueva oferta de trabajo de Audrey reflejaba este cambio, pues se centraba en la vida de un matrimonio a través de cinco viajes por Francia, todos ellos intercalados en la sala de montaje. Ella no era propensa a aparecer en películas complicadas y además temía que la historia le recordara demasiado a la suya, pero aceptó por colaborar de nuevo con Stanley Donen, que le presentó el mejor guion que había leído nunca. Dos en la carretera (1967) la emparejó con Albert Finney, con el que incluso protagonizó una escena light de sexo. El actor la sedujo y Mel amenazó con exigir la custodia de su hijo si se divorciaban, lo que llevó a Audrey a postergar su decisión hasta 1968.

La maravillosa Dos en la carretera refleja
la madurez artística de Audrey Hepburn
Se trató de una de las interpretaciones más frescas y acertadas de la carrera de Audrey, quien supo convertirse en una mujer muy real que llenaba de vida la pantalla. Sin embargo, ese año la Academia prefirió nominarla por su trabajo en la excelente Sola en la oscuridad (1967), donde interpretaba con maestría a una ciega acosada por unos delincuentes. El director era Terence Young, que había combatido en la batalla de Arhem, donde le había atendido la propia Audrey.

La actriz aprendió a mirar sin fijar la vista y fue obligada a usar lentillas blancas por culpa de su marido, quien, no pudiéndola convencer él mismo, hizo lo propio con el productor. Aunque la relación de Audrey con el equipo fue excelente, la relación con su marido se sumó a su añoranza por su hijo y a los daños que sufrió por el rodaje en la oscuridad, con lo que la experiencia no fue muy agradable. Quizá fue ello lo que causó el retiro de la actriz a Suiza, para cumplir la promesa de pasar “diez mil horas” con su hijo. No volvería al cine en ocho años.

"Ser actriz simplemente ocurrió;
no lo había planeado"
Audrey se alejó de la vida pública y conoció a Andrea Dotti, un conde napolitano con el que se casó en 1969. Se mudaron entonces a Roma, donde ella dio a luz a su segundo hijo, Luca, al que esta vez se dedicaría a tiempo completo. Fue entonces cuando UNICEF se puso en contacto con ella para participar en un programa televisivo.

A mediados de los 70, la actriz se decidió por fin a leer algunos guiones y el de Robin y Marian (Richard Lester, 1976) fue el primero en llamar su atención. La película se rodó en Pamplona y Audrey se encontró con un Hollywood muy distinto al que recordaba, con mayor ritmo y menor preocupación por la estética. Y encima nadie le consultaba cada vez que el guión cambiaba. Ella no entendía nada, pero se adaptó bien, gracias en gran parte a la relación con el actor Sean Connery. La película recibió grandes halagos por parte de algunos, pero por momentos roza la vulgaridad. La Academia no le hizo ni caso, pero pidió a Audrey que entregara el premio a mejor película del año para celebrar su esperado regreso.

Sola en la oscuridad incluye algunas escenas 
aterradoras, impropias del cine habitual de Audrey
Mientras tanto, la situación en Roma se volvió muy peligrosa: varios secuestros tuvieron lugar y Audrey fue informada de que sus hijos estaban siendo seguidos por la calle. Sin dudarlo, ella se los llevó a Suiza. La alerta no era infundada, y Andrea Dotti, que hubo de permanecer en la capital italiana, sufrió un asalto nocturno. Tristemente, la separación de la pareja puso de manifiesto sus diferencias, ya que Dotti llevó una vida muy alocada y distinta de la de la calmada Audrey, y terminaron divorciándose tras diez años de matrimonio. Ella sufrió tal depresión que aceptó participar en la mediocre Lazos de sangre (1979) para distraerse. Era un rodaje fácil, pues el director era un viejo conocido (Terence Young) y el rodaje tenía lugar en distintas zonas de Europa central, lo que le permitía estar cerca de sus hijos.

Givenchy, amigo íntimo de Audrey, la
vistió en seis de sus films
El clima de rodaje fue muy negativo porque el reparto se daba cuenta de los fallos del guion, pero Audrey encontró refugio en su compañero de reparto Ben Gazzara, con quien mantuvo un tierno idilio. Ella se enamoró, pero él no, y el corazón de la actriz volvió a sufrir. Peter Bogdanovich se aprovechó de esto al fichar a ambos actores para su extraña Todos rieron (1981), que incluso se basaba en parte en su historia. No obstante, Gazzara rompió por completo la relación con Audrey y esta decidió abandonar. Solo aceptó volver tras iniciar una nueva relación, esta vez con el actor Robert Wolders, que se mudó a su casa en Suiza con ella. La película era original, quizá demasiado y, aunque gustó en el Festival de Venecia, dejó extrañados a los pocos espectadores que fueron a verla.

Pero Audrey tenía otros problemas. De pronto, ambos progenitores de la actriz cayeron gravemente enfermos. Ella se despidió de su padre el día de su muerte y acogió a su madre en casa con ella hasta su fallecimiento tres años después. Además, durante la década de los 80 perdió a otros amigos como el director William Wyler o la ex monja Marie Louise Habetts. Fue una dura etapa y Audrey sólo volvió a actuar en el telefilm Amor entre ladrones (Roger Young, 1987) por su afán de hacerlo junto a Robert Wagner.

"De niña me enseñaron que era de mala educación
llamar la atención y hacer el ridículo...
todo aquello con lo que me he ganado la vida"
La actriz fue contactada entonces por UNICEF para participar en un concierto benéfico y la experiencia fue tan grata que Audrey decidió utilizar su fama para el bien común y convertirse en Embajadora de Buena Voluntad de la organización. Desde entonces, viajó a numerosos países subdesarrollados, de África y Latinoamérica, siendo Etiopía la experiencia más dura. Habló entonces con la coordinadora Christa Roth, que se convertiría en su íntima amiga, para ofrecer sus labores siempre que fueran necesarias e incluso escribió un texto sobre el diario de Ana Frank llamado From the Diary of Anne Frank, que leyó junto a una bella música para recaudar fondos. “Fue agraciada con buenas elecciones. La primera fue su carrera. Luego eligió su familia. Y, cuando sus niños hubimos crecido, eligió a los menos afortunados del mundo”, diría su hijo Sean en la maravillosa biografía que dedicó a su madre.

Los voluntarios en seguida notaron que el afán de Audrey
por ayudar era muy superior al de otras estrellas
Audrey tan sólo volvió al cine en una ocasión. Se trató de uno de los mayores fiascos de la carrera de Steven Spielberg, la sentimentalista Always (para siempre) (1989), en la que, no obstante, la actriz tuvo el papel más adecuado posible: el de un ángel. Y es que eso era ella: una figura angelical, y así lo demostró una vez más al donar su sueldo íntegro de 1 millón de dólares a UNICEF.

Pero la vida no es justa y, tras recorrer el mundo dando discursos a favor del tercer mundo, Audrey quedó exhausta. Al volver a Suiza, se le diagnosticó un cáncer abdominal y ni siquiera los mejores tratamientos pudieron curarla. Fue ingresada en Los Ángeles, pero ella quería volver a casa para pasar la Navidad en familia. Los médicos lo calificaron de imposible, pero su amigo Givenchy envió un avión privado que llevó a Audrey de vuelta a casa. Allí disfrutó de unos días de paz cuidando de las flores de su jardín junto a su pareja (Robert Waldern), sus dos hijos, Givenchy y su amiga Christa Roth. Fue esta la que, el 20 de enero de 1993, anunció que Audrey había fallecido. Unos meses después, la Academia le entregaba un Oscar honorífico póstumo por sus labores humanitarias y años después aún la recordamos.

En Always (Para siempre), Audrey se despide de la gran
pantalla interpretando al ángel que siempre fue
Así, la gran Audrey Hepburn, mito del cine y querida por todos los que la conocieron, falleció tras una vida plena en la que sufrió mucho pero amó más e hizo felices a todos los que la rodearon. Ella puso su familia por delante de su trabajo, y la felicidad ajena por delante de la suya. Audrey murió, porque la vida es así, pero sigue viva en nuestros corazones, y no sólo gracias a sus películas. ¿Puedes añorar a quien no has conocido? Yo creo que sí; yo tenía tres años cuando falleció, pero siento que quiero a Audrey Hepburn, y que la echo de menos. Sólo puedo dar las gracias por su existencia, por el legado que nos ha dejado, y por poner su granito de arena para hacer de este mundo un lugar más maravilloso para todos.


© El copyright del texto pertenece exclusivamente a Juan Roures
© El copyright de las imágenes pertenece a sus respectivos autores y/o productoras/distribuidoras


15 comentarios:

  1. Buen repaso a la vida y trabajos de Audrey!
    He visto la mayoría de sus películas o por lo menos las mejores. Me encanta My fair lady, Vacaciones en Roma, Dos en la carretera.... sin embargo otras como Charada o Cómo roba un millón y... no me acaban de gustar del todo.
    Ya no está pero siempre podemso verla cuando queramos en sus películas!!
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. jodo pedazao articulo, que pocas pelis suyas he visto, y que poco de su vida sabia...

    ResponderEliminar
  3. Ains... la maravillosa Audrey.... :D
    Un GENIAL artículo!

    ResponderEliminar
  4. Al final también has escrito de ella en tu blog!! Genial artículo, eres todo un maestro escribiendo. Yo todavía tengo mucho que aprender.
    Gracias por esta maravillosa entrada que nos recuerda la vida y películas de esta inolvidable actriz!

    ResponderEliminar
  5. compartimos fetiche cinematográfico y pasión cinéfila.... que sepas que estás enlazado.

    Nos leemos!!!!

    http://sesiondiscontinua.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  6. Muy buen post amigo!!! Fantístico.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  7. Fantástico resumen. Yo también la hecho de menos sin haberla conocido, qué gran actriz y qué gran mujer.

    ResponderEliminar
  8. Gracias por tu homenaje, inestimable y merecido, a nuestra querida y hermosa Äudrey. Ella te lo agradecerá desde donde esté. Y nosotros seremos felices amándola SIEMPRE. Yo no pude regalarte un artículo para celebrarlo ese día, pero tenemos el tuyo. Gracias otra vez, Juan.

    ResponderEliminar
  9. Fantástico homenaje sobre una gran actriz. Había un montón de datos que no conocía, por ejemplo sus orígenes holandeses! Qué ilusión me han hecho :3
    Gracias, Juan, curradísimo!
    :)

    ResponderEliminar
  10. Menudo homenaje le has hecho a Audrey.
    Para mí ha sido una de las damas más bellas que nos ha dado el séptimo arte.

    Felicidades porque la entrada está muy trabajada.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  11. Que buen articulo y como se ve que el mundo del cine te gusta, Enhorabuena

    un saludo

    fus

    ResponderEliminar
  12. Vaya post completito, completito. Me faltan unas cuantas pelis suyas por ver (algunos clasicazos incluso). Qué elegante y que saber estar (aunque a mi me tiraba más la otra Hepburn Katharine)

    Saludos.

    ResponderEliminar
  13. ¡Menudos especiales nos tienes siempre preparados! ¡Felicidades por el post! En Cinema Lights somos grandes fans de Audrey, como dices, una mujer excepcional y extraordinaria, y para nada una diva. Uno de nosotros ha visto prácticamente toda su filmografía y la adora (sobre todo en 'Dos en la carretera'), y aquí una servidora, aunque sin haberlas visto todas, es una gran admiradora. 'My Fair Lady', 'Desayuno', 'Arianne', 'Charada', 'Vacaciones en Roma', 'Cómo robar un millón', 'Sabrina'... Lista interminable de grandes películas que, gracias a su presencia, aún son más grandes, sean comedias, dramas o musicales.

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar
  14. Muy buen especial Juan, sabía estas cosas de ella porque me devoré su biografía la de Donald Spoto. Era una mujer increíble, llena de generosidad y con mucho amor que dar, precisamente el que le faltó en su infancia y juventud. Y sobre todo, una gran actriz.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  15. Me encanto este articulo (se que a pasado mas de un año) yo me jactaba de saber mucho sobre la vida de Audrey pero despues de leer esto aprendí mucho mas sobre ella. Gracias

    ResponderEliminar